La plaga de los zombies (1966)

La plaga de los zombies (The plague of the zombies)

Año:1966
Duración: 90 min.
Género: Terror
Director: John Gilling
Actores: André Morell, Diane Clare, Brook Williams, Jacqueline Pearce, etc.
Más datos en la IMDB

Minisinopsis: En una pequeña población de Inglaterra la gente está muriendo de causas desconocidas. El Doctor Thompson, médico de la localidad, llamará a su mentor, Sir James Forbes pidiéndole ayuda.

Si ya has visto la película, puedes seguir leyendo.

¡Diablos, qué desilusión! ¡Y tenía un título prometedor!
A ver, que se me entienda: es una desilusión que una película de la Hammer sea tan formalita y tenga tan pocos fallos, y más llevando en su título las palabras «plaga» y «zombies».
Bien, pues La plaga de los zombies, como se habrá podido adivinar por la entradilla, es una película muy correcta, con una correcta dirección, correctas interpretaciones, correctos decorados -usados también para la película El reptil del mismo director y año-, y un guión sin grandes agujeros. Correcta, vamos, por si no lo había dicho; el problema es que, de tan correcta que es, no consigue ser ni aburrida ni entretenida; y no es que unas veces sea entretenida y otras tantas aburrida, no, es que es plana.
Como he dicho que técnicamente es una película bastante formalita -cuando sus padres la llevan a un bar no se dedica a escupir en los cafés de los vecinos de mesa, a darle patadas en la espinilla a su padre o a tirarle del rabo (cof, cof, sonido de tos) al perro que pasa y se está quietecita y calladita-, lo único que puedo es añadir parecidos razonables a la galería que, de cuando en cuando, se va mostrando en este blog. Y es que, durante todo el visionado de la película he estado dándole vueltas a la cabeza… espera, que éso sólo lo puede hacer la niña de El exorcista, no vayáis a pensar que mi cuello es un tornillo… he estado tratando de descubrir a quién se parecían los actores Diane Clare (Sylvia) y Brook Williams (Dr. Peter Tompson) y creo que he dado en el clavo:

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Lo de que Diane Clare se parezca a Eva Amaral (o al revés) en esta peli es comprensible porque el compañero de Amaral parece un zombie, o un colgado, según se mire. Pero lo siguiente es aún más retorcido:

+ =

¿Una mezcla entre Rick Moranis y Carlos Sobera? Pues sí, es posible. A Brook Williams le faltan las gafapastas pero todo se puede arreglar.
Al margen de los parecidos razonables, lo único que se podría decir es que Brook Williams , actor secundario que no dejó de serlo nunca (aunque cuenta, entre sus apariciones con magníficas películas como Demasiado cálido para junio (Ralph Thomas, 1964) o El desafío de las águilas (Brian G. Hutton, 1968)) casi se le escapa a John Gilling y, de no haber sido por la habilidad de este último, su personaje hubiese tirado hacia lo ridículo porque tiende a la exageración a la menor oportunidad.

El desarrollo del guión es curioso para alguien que haya leído las obras de Lovecraft o para alguno de esos freaks que hayan jugado al juego de rol La llamada de Cthulhu (no miro a nadie, no miro a nadie… vaya, ya me he mirado) porque es una aventura típica con un desarrollo típico de caso-investigación-acción. Claro, ésto es una película y no mueren todos los héroes, como en el juego de rol, que ya he perdido la cuenta de cuántos personajes me hic… quiero decir, de cuántos personajes escuché a un freak que se había hecho.
A lo que vamos, que es un guión bien desarrollado, sosegado -quizá por éso el interés de la peli sea plano-, con apuntes de humor negro -aunque pocos- y sin fallos gordos.
Los únicos fallos que le he encontrado son:
La escena en la que Hamilton (John Carson) y Sylvia hablan y Hamilton rompe «accidentalmente» su copa de vino para cortar a Sylvia y así poder obtener su sangre, que queda bastante rara porque el tipo le coge el dedo a Sylvia y deja caer dos gotas en una copa mientras que la otra no dice nada, se queda ahí, mirándole, sin preguntarle «¿Pero qué cojones estás haciendo?«, que es lo que cualquier ser vivo le preguntaría. En esta escena, además, se produce un fallo de continuidad ya que se ve que Hamilton deja caer dos gotas de sangre en la copa y más tarde, cuando vierte el contenido de la copa en un frasco, la copa está llena -o vacía- casi hasta la mitad.

Cuando Sir James Forbes (André Morell), el Dr. Peter Tompson y el vicario (Roy Royston) dicen que van a excavar la tumba de Alice (Jacqueline Pearce), no hacen más que llegar al cementerio y mandan al vicario a casa quien, por cierto, vive al lado del cementerio. Si dices que vas a excavar la tumba con el vicario, no lo mandes a casa, excava con él.
Ambos «fallos» se pueden perdonar porque son situaciones forzadas que llevan a otras partes necesarias en el guión. El que no es tan perdonable es el que se produce cuando Forbes entra en casa de Hamilton, es descubierto y atacado por uno de sus matones y, accidentalmente, la casa de Hamilton comienza a arder tras lo cual, Forbes intenta escapar, pero resulta que las puertas y las ventanas no se abren y al final trata de apagar las llamas con unas cortinas. He dicho que las ventanas no se abren, no que no se puedan romper tirándoles cualquier cosa. En fin, éso hace que la escena resulte algo ridícula, pero pasa hasta en las mejores familias.

Volviendo al tema de la excavación de la tumba de Alice tenemos otro fallo de continuidad visual, y es que el cuerpo de Alice juega a un «Ahora soy zombie, ahora no lo soy» o «Ahora tengo la cara gris, ahora no» entre los planos de la escena. Finalmente acaba siendo un zombie, no os preocupéis.

Adentrándonos del todo en lo visual, la película tiene una escena que es bastante de agradecer, cuando el carruaje de Forbes y Sylvia pasan por el puente en el momento en el que hay un entierro y una panda de jinetes -los amigos de Hamilton– lo atraviesa también, provocando que el ataúd caiga al río y se abra, con ese gran zoom hasta la cara del muerto.

El tema del vudú es otro cantar. Hay algo que no acaba de encajar del todo en el tema de que Hamilton viviese en Haití y en que tenga su casa decorada con máscaras 100% africanas. Pero lo que, desde luego, no encaja bajo ningún concepto son los tres afros vestidos de la tribu «sabe-dios-cuál» tocando los tam-tam en la mina; lo cierto es que desentona bastante. Bastaba con poner la música del fondo y esconder a los músicos, que hubiese quedado mejor. Otra cosa curiosa es el cajón en el que Hamilton guarda todos los muñecos -en sus correspondientes ataúdes-.

Y, finalmente, llegamos a los zombies, que son tema aparte. En 1968 George A. Romero rodará La noche de los muertos vivientes, una obra maestra del género. Bien, pues si se comparan los rasgos de los zombies de esta película con los de la de Romero se puede llegar a la conclusión de que los efectos de esta película fueron precursores de las pelis de zombies actuales. Salvo errores típicos como el maquillaje facial y sólo facial, los atuendos que no corresponden o el pelo cortado con palangana, los zombies de La plaga de los zombies bien podrían formar parte de cualquier peli del género actual.